lunes, 22 de diciembre de 2008

SIN HORIZONTES

En estos días de diciembre hace un frío que pela. Se lo piensa uno antes de salir a la calle, como no sea para algo realmente necesario o para acudir a un compromiso. En estos días, precisamente, es cuando más me llama la atención un grupo de jóvenes de mi barrio que, apalancados alrededor de un banco de los jardines, y como si aquello fuera un altar, celebran su clásico ritual del porrito y quién sabe qué más.

Los ves ahí todos los días y prácticamente a todas horas; incluso de madrugada en invierno. No te digo ya si es en verano con las calores. Ahí charlan (no sé de qué temas interesantes), comen, se fuman sus canutos, orinan entre los coches y matan –yo diría asesinan despiadadamente- el tiempo. Entre ellos hay, incluso, una parejita de unos dieciocho años, que cargan con su bebé en el carrito. Supongo que será para que se vaya acostumbrando a la traicionera atmósfera de las humedades invernales cargadas de virus, y al humo de los porritos.

Los he visto en esos bancos en días de Feria, en finales europeas o mundiales de fútbol, en Navidad o Año Nuevo. Y siempre me pregunto lo mismo: ¿A estos chavales no les gusta nada? ¿Ni el fútbol?

No se meten con nadie, pero no te dejan dormir, lo dejan todo lleno de mierda y se orinan entre los coches aparcados. Supongo que en el fondo son el producto de lo que hay en sus hogares e imagino que odiarán la sociedad que les margina; aunque ellos tampoco hacen mucho por romper ese estigma y por buscar alternativas.

De vez en cuando, me entero de que alguno de ellos ha salido de ese submundo y se ha buscado una salida más o menos digna. Entonces, aunque ellos no se lo imaginan, me dan una alegría.

1 comentario:

Nesta dijo...

¿No me digas que han construido pisos alrededor del BANCO?