No sé qué es lo que pasa, pero en mi empresa casi todo el mundo tiene la cara,como dice mi mujer, “como una puerta descolgá”.
Desde hace años, a causa de la presión comercial para lograr objetivos, el clima laboral se ha venido deteriorando de tal modo que las oficinas, o bien parecen un pésame o el ambiente se puede cortar con un cuchillo debido a la tensión reinante.
En mi vida laboral en el banco he pasado por varios departamentos en los que, por su función o por circunstancias, he tenido bastante carga de trabajo; algunos de ellos, además, con un estrés añadido. Recuerdo que en uno de esos departamentos en los que trabajábamos prácticamente contra reloj, teníamos un jefe que incluso cuando había menos trabajo, él se lo inventaba; tal como lo digo. Sin embargo siempre buscábamos algunos momentos para una pequeña broma con los compañeros, algún chiste o alguna anécdota que nos hacía reír y afrontar la jornada de un trabajo alienante.
Hoy día, casi todo el mundo tiene cara de amargado, y si son jóvenes más. A quienes salen licenciados de Empresariales, no sólo parece que les hayan echado un puñado de años encima, sino que en la Facultad les han robado la alegría, la sonrisa, la rebeldía y otros atributos propios de su edad y que son imprescindibles para afrontar la vida en un buen ambiente de trabajo.
Por otro lado, no sería justo cargar todas las culpas sobre ellos; los nuevos y los veteranos, pues aún salvando alguna entidad u oficina bancaria –rara avis- , la voracidad insaciable de los banqueros y sus secuaces, con sus objetivos y sus presiones han convertido las sucursales bancarias en centros de tortura psicológica para los trabajadores. Como esto siga así, me parece que volveremos a la imagen siniestra del bancario con la visera y los manguitos.
Desde hace años, a causa de la presión comercial para lograr objetivos, el clima laboral se ha venido deteriorando de tal modo que las oficinas, o bien parecen un pésame o el ambiente se puede cortar con un cuchillo debido a la tensión reinante.
En mi vida laboral en el banco he pasado por varios departamentos en los que, por su función o por circunstancias, he tenido bastante carga de trabajo; algunos de ellos, además, con un estrés añadido. Recuerdo que en uno de esos departamentos en los que trabajábamos prácticamente contra reloj, teníamos un jefe que incluso cuando había menos trabajo, él se lo inventaba; tal como lo digo. Sin embargo siempre buscábamos algunos momentos para una pequeña broma con los compañeros, algún chiste o alguna anécdota que nos hacía reír y afrontar la jornada de un trabajo alienante.
Hoy día, casi todo el mundo tiene cara de amargado, y si son jóvenes más. A quienes salen licenciados de Empresariales, no sólo parece que les hayan echado un puñado de años encima, sino que en la Facultad les han robado la alegría, la sonrisa, la rebeldía y otros atributos propios de su edad y que son imprescindibles para afrontar la vida en un buen ambiente de trabajo.
Por otro lado, no sería justo cargar todas las culpas sobre ellos; los nuevos y los veteranos, pues aún salvando alguna entidad u oficina bancaria –rara avis- , la voracidad insaciable de los banqueros y sus secuaces, con sus objetivos y sus presiones han convertido las sucursales bancarias en centros de tortura psicológica para los trabajadores. Como esto siga así, me parece que volveremos a la imagen siniestra del bancario con la visera y los manguitos.
1 comentario:
Las horas extras no ayudan, ni la jornada partida, que te tiene todo el día en la oficina. No se cuando se darán cuenta los ¿empresarios? de este país que nadie puede rendir 8 horas diarias al 100%, es más productivo jornada intensiva de mañana, y la gente está más contenta, pero parece que eso les jodería...
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