sábado, 31 de enero de 2009

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Conmigo los publicistas lo tienen claro. En ocasiones, durante la sobremesa, ya sea después del almuerzo o la cena me quedo viendo un rato la tele. Normalmente mantengo la atención sin ningún problema de somnolencia, sobre todo si lo que ponen es interesante, me da igual una película o un documental.

No obstante, todo es comenzar los anuncios y caigo en un sueño profundo como si me hubieran anestesiado. No exagero en absoluto. Supongo que será un mecanismo de defensa de mi mente, porque normalmente no tengo sueño cuando comienzo a ver el programa; es más, me sucede aún con programas que me tienen atrapado el interés. Del mismo modo, cuando me despierto o me voy a la cama, ya no tengo sueño. Es evidente que el sopor me lo ha provocado la publicidad.

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