lunes, 19 de enero de 2009

INTEGRACIÓN LABORAL

Esta mañana en Carrefour me llevé una alegría. No, no he encontrado una ganga en las rebajas; ni me ha tocado ningún premio al realizar la compra..

Aunque la ropa que tienen allí no va nada con mis gustos, en la publicidad que el hipermercado de marras depositó en el buzón de casa, me llamó la atención una oferta de unos pantalones vaqueros por 6 euros. Como tenía que comprar otras cosas no pude evitar la tentación de verlos. La verdad es que estaban bastante bien; así que intenté localizar uno de mi talla y no lo encontraba, por lo que a la vista de una chica con un peto distintivo de la tienda me acerqué a preguntarle. A la vista cercana de su rostro, y nada más comenzar a hablarme, se hizo evidente cierta deficiencia mental.

Le dije lo que me pasaba y la muchacha, diligente y amable, salió "ipso facto" hacia el almacén en busca de mi prenda. Al poco tiempo volvió y me dijo que no quedaban pero que en breve entraría otra remesa y que probablemente entrarían del color y la talla que yo buscaba.

Correcta, amable y eficiente. Tres cualidades que no siempre reúnen muchos de los dependientes de tiendas y comercios, con todos mis respetos hacia los trabajadores de ese sector. Valga como ejemplo de esta afirmación la compra que hice posteriormente en Mercadona, donde la cajera que me atendió –es un decir- tardó un mundo en atenderme; no me miró en todo el rato a la cara (la suya la de un guardia civil); se llevó todo el tiempo hablando con la compañera de la caja de al lado, y al final le tuve que reclamar el ticket de compra porque, distraída con la charla, se le había olvidado sacarlo de la caja y entregármelo.

Sé que muchas empresas emplean a gente con determinadas minusvalías por cuestión de subvenciones o imagen, pero yo me alegro que estas personas se integren y se sientan útiles. Y me alegro más si al final, como me sucedió a mí, esa persona me regala una franca sonrisa.

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