viernes, 13 de febrero de 2009

Trampas

Una de las costumbres que están proliferando en la ciudad es la típica trampa-correa-perro.

Desde que se pusieron a la venta las correas extensibles para perros, los energúmenos tienen una posibilidad más de joder al prójimo, pues hay quien cuando saca a pasear a su perrito le va soltando correa hasta el punto de ocupar atravesada la más ancha de las aceras.

Si en al camino de ambos animales irracionales se encuentra alguna persona algo despistada o mal de la vista, correrá el serio peligro de tropezar con la trampa de la correa y se caerá. Yo creo que este tipo de situaciones no habría que explicárselas a ningún dueño de perro para que lo entendiese; pero por propia experiencia puedo asegurar que, al más mínimo reproche, lo menos que te ganas es una mirada llena de ira.

Hay una teoría muy compartida sobre el proceso de mimetismo que puede darse entre las personas y sus animales, de tal forma que la persona busca inconscientemente un ejemplar que se le parece; o bien tiende a acondicionar el aspecto de su rostro y cabello asemejándolo al de su mascota. Me temo que, además, en muchas ocasiones el proceso trasciende al cerebro.

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