martes, 3 de febrero de 2009

Carril bici


O quizás deberíamos decir autopista-bici. Como suele suceder en otros aspectos de la vida cotidiana, con las bicicletas en Sevilla se está produciendo la “ley del péndulo”. Hemos pasado de una situación en que los ciclistas se jugaban prácticamente la vida entre el tránsito de vehículos, a otra en que prácticamente cualquier terreno medianamente llano se convierta en un camino expedito para quien monte una bici.

Vayan por delante dos aclaraciones: La primera es que yo soy usuario de la bici y me encanta; la cojo cada vez que puedo y me gusta salir por carretera, incluso cuando estoy de vacaciones. La segunda, que no son mayoría –hasta ahora- los ciclistas que invaden cualquier espacio de la ciudad.

Pero lo cierto es que hemos pasado de no poder transitar salvo haciendo “eslalon” entre los coches, hasta ver ciclistas por todo tipo de vías. Desde la construcción del carril-bici, la posterior aprobación de la nueva ordenanza municipal y la explosión de usuarios de las dos ruedas, vemos ciclistas por la calzada, por su carril y por la acera. Por mi parte nada que objetar a las dos primeras opciones, pero lo de transitar con las bicis por las aceras -sea con las condiciones que sea- me parece una pasada.

Y lo digo a pesar de que soy consciente de que son muchos los peatones que invaden el carril bici, pero se está dando en nuestra ciudad una situación kafkiana. Los coches tienen una vía específica para circular, y quien quiera compartirla sabe que va en inferioridad de condiciones (bicicletas, motos, etc), por no hablar de los que se suben en las aceras, vía habitual del peatón. Los ciclistas pueden circular por la calzada, por su propio carril y por las aceras. Y los peatones, reducido su espacio habitual de tránsito, pues a sortear las motos y los coches aparcados que invaden las aceras y a esquivar energúmenos que van en bici por la acera como si fuera suya.

Debemos ser razonables y ceñirnos a la realidad, y la realidad nos dice que hay mucho energúmeno (y energúmena) suelto. Y quien lo es se comporta como tal en todos los órdenes de la vida, ya sea como peatón, ciclista o conductor de un turismo. Por ello, a este tipo de gente no se le deben dar oportunidades para que ejerzan su condición. De esta manera podríamos pasear todos (sobre todo ancianos y niños de los que tanto nos olvidamos) tranquilamente como peatones sin la angustia de ir mirando constantemente a nuestro alrededor por si viene alguna bici que nos dé un “leñazo”.

1 comentario:

ANA dijo...

Totalmente de acuerdo, el que es un descerebrado, lo es en todos los lugares.