jueves, 12 de febrero de 2009

ruido


Reconozco que si tengo alguna neura, esa es la del ruido. Puedo soportar estoicamente las incomodidades más diversas, pero el ruido me altera las neuronas.

Por mis circunstancias personales hace ya tiempo que no desayuno en un bar, pero la otra mañana entré en uno y volví a rememorar una experiencia realmente desagradable. ¿Has intentado alguna vez hablar con un camarero mientras éste o algún compañero suyo calienta leche en la máquina?
Digo yo que con la de inventos útiles que se fabrican para la hostelería, ya podrían dar con algo para eliminar tan desagradable ruido, que no sé cuantos años llevamos con el mismo sistema y repitiendo cansinamente la misma escena: El camarero preguntando qué vas a tomar, y en el preciso instante en que tú comienzas a hablar, abre la espita que calienta la leche y allí no te oye ni dios.

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