
Pepe es el compañero de habitación de mi padre en el hospital. Tiene problemas con sus riñones y lleva bastantes años esclavizado a la diálisis; más de siete esperando un trasplante de riñón.
No sé que reveses le ha dado la vida, pero por lo que cuenta han sido duros. Lleva varios días ingresado y aún no ha venido nadie a visitarlo. Él habla de su madre, con la quien habla por teléfono y de la que dice está impedida; habla también de sus hermanos, pero la realidad es que nadie viene a verlo; ni siquiera algún amigo.
Tampoco sé si estará pagando algún mal comportamiento, pero a mí me parece buena persona, es atento y siempre tiene una palabra amable con nosotros: Quizás sea algo relatón con las enfermeras, aunque creo que es humanamente disculpable si la vida le viene dando siempre la espalda.
Esta mañana ha venido a visitarle un médico y le ha espetado sin contemplaciones que, debido a las complicaciones que han surgido, probablemente le tendrían que cortar una pierna. Me lo ha contado mirándome profundo a los ojos e inmediatamente le brotaron unas lágrimas. Lo vi sumido en un mar de tristeza y angustia y no lo dudé. Me acerqué a él, le tomé los hombros con mis brazos y lo consolé dándole ánimos. Secadas las lágrimas volvió a mirarme sorprendido y, emocionado, me agradeció el gesto y las palabras con un llanto contenido.
No sé que reveses le ha dado la vida, pero por lo que cuenta han sido duros. Lleva varios días ingresado y aún no ha venido nadie a visitarlo. Él habla de su madre, con la quien habla por teléfono y de la que dice está impedida; habla también de sus hermanos, pero la realidad es que nadie viene a verlo; ni siquiera algún amigo.
Tampoco sé si estará pagando algún mal comportamiento, pero a mí me parece buena persona, es atento y siempre tiene una palabra amable con nosotros: Quizás sea algo relatón con las enfermeras, aunque creo que es humanamente disculpable si la vida le viene dando siempre la espalda.
Esta mañana ha venido a visitarle un médico y le ha espetado sin contemplaciones que, debido a las complicaciones que han surgido, probablemente le tendrían que cortar una pierna. Me lo ha contado mirándome profundo a los ojos e inmediatamente le brotaron unas lágrimas. Lo vi sumido en un mar de tristeza y angustia y no lo dudé. Me acerqué a él, le tomé los hombros con mis brazos y lo consolé dándole ánimos. Secadas las lágrimas volvió a mirarme sorprendido y, emocionado, me agradeció el gesto y las palabras con un llanto contenido.
Creo que la mayoría de la gente no es realmente consciente de lo importante que es el contacto físico, un abrazo, un beso. En ese momento pensé en cuánto tiempo haría que nadie le demostraba interés o afecto.
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