sábado, 14 de febrero de 2009

el Luisma

Ayer, Luisma, nuestro pequeño agapornis , se nos escapó de la jaula cuando ésta cayó por accidente al suelo del balcón.

A mi mujer, a mi hijo y su novia y a mí, nos invadió la angustia. El pobre Luisma, desorientado, fue a posarse en un árbol de unos once metros que hay frente a mi balcón. Después de llamarlo durante repetidas ocasiones nos localizamos mutuamente. Al cabo de una media hora, Luisma vino hacia nosotros volando, se posó en el suelo y vino andando hasta mí. Me agaché, le tendí mi mano como en tantas ocasiones y se subió posándose después en mi hombro; ya en ese lugar tan conocido para él, se calmó y me acompañó tan pancho hasta que entramos en el portal de casa. Pasó el susto.

Cuando subí a casa mi mujer tenía lágrimas en los ojos y los demás no las teníamos porque nos aguantamos. Por un momento pensamos que íbamos a perder a ese pequeño ser a quien tanto cariño hemos cogido. Luisma lleva con nosotros los pocos meses de vida que tiene, pues le hemos criado con papilla desde que estaba recién nacido. Le hablamos, nos llama y ya hemos aprendido ese lenguaje de silbidos que le sirve para comunicarse con nosotros y su pequeño mundo. Luisma juega con nosotros cuando lo soltamos por casa, nos da compañía y nos levanta el ánimo en muchas ocasiones. Más de una vez me he encontrado de capa caída, y sólo con llamarme con su silbido o posándose en mi hombro, ha logrado sacarme una sonrisa y mejorar mi humor.

Ahora lo estoy viendo en su jaula, me mira y me silba porque acaba de caérsele el trocito de pan que le puse en la jaula. ¡Voy, Luisma!, ahora te pongo otro.

No hay comentarios: