lunes, 4 de mayo de 2009

Una crónica de la Feria



Ha pasado la Feria de Abril de Sevilla. La he visitado casi todos los días menos el viernes y este año, como todos los años, he vivido algunas anécdotas de las que paso a relatar un par de ellas.
Me ha sorprendido gratamente poder rememorar al tipo de fotógrafo del pasado siglo. Nada más entrar por la portada por su lado derecho, justo en la esquina de la caseta de la Hermandad del Pº Socorro (trabajadores de Hacienda), podíamos contemplar el típico fotógrafo callejero con su antigua cámara que, in situ, te hacía el retrato y te entregaba la foto revelada.
Por otro lado, en la caseta de mi club (trabajadores de la empresa) he observado un fenómeno que, aunque es generalizado, a mí me duele más por vivirlo más directamente. Hablo concretamente de quienes sin estar acreditados para ello entran en la caseta "por la cara". De antemano aclaro que el hecho en sí no me parece digno de mención, pues es una práctica habitual en la Feria y es raro quien alguna vez no lo haya practicado aunque sea de forma aislada; yo mismo. No siempre hay pases e invitaciones para todos y donde entran seis entra uno más sin su correspondiente ticket.
Tampoco voy a cargar todas las culpas sobre los vigilantes de la entrada pues, por lo que ganan, bastante tienen con aguantar las tonterías e impertinencias de muchos. Unos son más celosos en su desempeño y otros menos, punto. Lo que sí me molesta es la actitud inconsciente o consciente de la mayoría de ellos, que vienen a reflejar lo que pasa por la mente de la mayoría de la gente en lo que respecta a la "facha" (nunca mejor dicho) del que entra en la caseta. Cuando alguien con apariencia "normal" (para entendernos) o informal pretendía entrar, el vigilante estaba atento y demandaba su pase de socio o invitación. Sin embargo, hay dos tipos de personas a las que se les deja entrar a su aire sin más y van por la caseta como si la hubieran comprado en una subasta. El típico tipo trajeado con su americana mil rayas, corbata y pelo engominado, y el niñato pijo, americana, corbata, pelaíto a lo Aznar; creo que no tengo que dar más detalles para que se me comprenda y se visualice a los especímenes de los que hablo, no?.
Pues resulta que mi caseta está llena de pijos que, estando la caseta a tope, no sólo han entrado como si fuera su cortijo, sino que han colado a amigotes suyos en manadas; mientras compañeros míos, socios antiquísimos, han tenido que pararse en la entrada, rebuscarse entre los bolsillos o la cartera y presentar su correspodiente invitación. Yo he hecho lo mismo, porque tengo clase, educación y vergüenza, y eso no lo enseñan en los colegios de pago ni en la facultad de empresariales.

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