
En contra de lo que presuponen muchos andaluces incultos, sus gentes son amables y de trato cordial; no hemos tenido ningún problema con nadie y eso que nos hemos pateado la ciudad de cabo a rabo. Los catalanes los hay como en todos lados, buenos y malos; en la misma proporción que en Sevilla o Cádiz, por poner un ejemplo.
Varias cosas de Barcelona me llamaron la atención, pero de entre ellas, dos especialmente. La primera: En todo el extenso perímetro que recorrimos, no ví ni una sola cuba con restos de obras. La segunda: No he visto ni "canis" ni "pijos". Juro que no ví ninguno de estos dos tipos, y mira que vi gente.
Por lo demás, todo muy propio de esa ciudad, pensada y diseñada para el futuro, con sus calles limpias y sus anchas avenidas. Como botón de muestra diré que el aeropuerto es inmenso. Pues bien, según el proyecto del nuevo, va a ser el doble de grande.
Por cierto, una anécdota: Tan sólo cogimos dos taxis, y los dos taxistan eran del Real Madrid. ¡Fuera tópicos!
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