
A pesar de esto, mantengo la teoría de que el entorno social, el clima y los avatares de la vida, pueden agudizar el ingenio de un pueblo que, a su vez, se nutre del propio subconsciente colectivo.
No pecaría de poco objetivo si digo que en Cádiz o en Sevilla hay una chispa especial para hacer una comparación graciosa, un comentario ingenioso y para hacer un chiste o cogerlo al vuelo que, en Zamora o en León, por poner un ejemplo, difícilmente lo ”cogen” o tardan varios segundos en captarlo.
Pero hay algo que no soporto, y es el que va de gracioso por la vida y ve en ello una obligación, y como quien defiende a su país en Eurovisión, el prenda de turno ejerce de gaditano o sevillano gracioso.
La otra noche salí a hacer unas fotos por Triana y me topé con dos ejemplos clásicos del paradigma de la gracia forzada: “el trianero que ejerce de trianero gracioso”. Dí por separado con dos tipos que, al verme con la cámara y el trípode en ristre, sintieron en el corazón la llamada patriotera de su barrio, por lo que intentaron hacer comentarios ocurrentes y “supuestamente” graciosos.
Ambos tenían lo que dice mi suegra: “gracia mohosa”
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